na, megvan az eredeti is, ha valaki esetleg tud vele kezdeni valamit.
Poema sucio
No tiene la misma velocidad el domingo que el viernes con sus compras ajetreadas aumentando el tráfico y el consumo de jugo de caña helado, ni tiene la misma velocidad la azucena y la marea con su ejército de burbujas y ardientes carabelas penetrando sombrías en el río en otra lentitud que la del crepúsculo que, en lo alto, con su gran engranaje averiado molía la luz. Otra velocidad tiene Bizuza sentada en el piso del cuarto doblando las sábanas lavadas y planchadas, arreglándolas en el cajón de la cómoda, como si la vida fuese eterna. Y era en ese su universo de almuerzo y condimentos de hojas de laurel y de pimienta negra mastuerzo para la tos rebelde, universo de ollas y cansancios entre las paredes de la cocina dentro de un gastado vestido de percal, en fin, donde latía su pequeñito corazón. Y si no era eterna la vida, dentro y fuera del armario, lo cierto es que teniendo cada cosa su velocidad (la de la chancaca oscura, clara la del agua que se derrama) cada cosa se alejaba desigualmente de su posible eternidad. O si se quiere desigualmente la tejía en su propia carne oscura o clara en su transcurrir más profundo que el de la semana. Por eso no es cierto decir que es en domingo cuando mejor se ve la ciudad -las fachadas de azulejos, la Calle del Sol vacía las ventanas trancadas en el silencio cuando ella parada parece fluctuar.
Y que mejor se ve una ciudad cuando -como Alcántara- todos los habitantes se fueron y nada resta de ellos (ni siquiera un espejo del aparador en uno de aquellos aposentos sin techo) -sino entre las ruinas la persistente certeza de que en ese suelo donde ahora crecen cardos ellos efectivamente danzaron (y casi se escuchan voces y carcajadas que se encienden y se apagan en los pliegues de la brisa) Pero si es espantoso pensar como tanta cosa desapareció, tantos guardarropas y camas y mucamas tantas y tantas faldas, enaguas, zapatos de los más variados modelos arrastrados por el aire junto con las nubes, a eso responde la mañana que con sus muchas y azules velocidades sigue adelante alegre y sin memoria. Lo que hablan en la cocina o en el balcón de la casona (en la Calle del Sol) salía por las ventanas se escuchaba en los bajos en la casa vecina, en los fondos de la Mueblería (y vaya uno a saber qué de cosas se hablan en una ciudad cuantas voces resbalan por ese intrincado laberinto las paredes y cuartos y zaguanes, de baños, de patios, de huertas, voces entre muros y plantas, risas que duran un segundo y se apagan)
Y son cosas vivas las palabras y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó tienen incluso su perfume, el gusto de carne que nunca se entrega realmente ni siquiera en la cama sino a sí misma a su propio vértigo o así hablando o riendo en el ambiente familiar tu puedes oir y ver desde tu hueco cómo esas voces golpean en las paredes del patio vacío en la armazón del hierro donde se seca una parra entre alambres de tarde en la pequeña ciudad latinoamericana. Y hay en ellas una iluminación mortal que es de la boca en cualquier tiempo pero que allí en nuestra casa entre muebles baratos y ninguna dignidad especial minaba la propia existencia.
Reíamos, es cierto, en torno a la mesa de cumpleaños cubierta de pastillas de menta envueltas en papeles de seda coloridos reíamos, sí, pero era como si ningún afecto valiera como si no tuviese sentido reír en una ciudad tan pequeña
El hombre está en la ciudad como una cosa está en otra y la ciudad está en el hombre que está en otra ciudad
más variados son los modos como una cosa está en otra cosa: el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad como un árbol está en cualquier otra ni como un árbol está en cualquiera de sus hojas (incluso rodando lejos de él) El hombre no está en la ciudad como un árbol está en un libro cuando un viento allí lo hojea
la ciudad está en el hombre no de la misma manera que un pájaro está en un árbol no de la misma manera que un pájaro (la imagen de él) esta/ba en el agua y ni de la misma manera que el susto del pájaro está en el pájaro que yo escribo
la ciudad está en el hombre casi como el árbol vuela en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra de su propia manera y de manera distinta de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre del mismo modo que en sus bodegas plazas y calles Buenos Aires, 1975, fragmento.
kb.
VálaszTörlésA város ott él az emberben
ahogy a fa is a róla felröppenő
madárban száll tovább
na, megvan az eredeti is, ha valaki esetleg tud vele kezdeni valamit.
VálaszTörlésPoema sucio
No tiene la misma velocidad el domingo
que el viernes con sus compras
ajetreadas
aumentando el tráfico y el consumo
de jugo de caña helado,
ni tiene
la misma velocidad
la azucena y la marea
con su ejército de burbujas y ardientes carabelas
penetrando sombrías en el río
en otra lentitud que la del crepúsculo
que, en lo alto,
con su gran engranaje averiado
molía la luz.
Otra velocidad
tiene Bizuza sentada en el piso del cuarto
doblando las sábanas lavadas y
planchadas,
arreglándolas en el cajón de la
cómoda, como
si la vida fuese eterna.
Y era
en ese su universo de almuerzo y
condimentos
de hojas de laurel y de pimienta
negra
mastuerzo para la tos rebelde,
universo
de ollas y cansancios entre las paredes de la cocina
dentro de un gastado vestido de
percal,
en fin,
donde latía su pequeñito corazón.
Y si no era
eterna la vida, dentro y fuera del armario,
lo cierto es que
teniendo cada cosa su velocidad
(la de la chancaca
oscura, clara
la del agua
que se derrama)
cada cosa se alejaba
desigualmente
de su posible eternidad.
O
si se quiere
desigualmente
la tejía
en su propia carne oscura o clara
en su transcurrir más profundo que el de la semana.
Por eso no es cierto decir
que es en domingo cuando mejor se ve
la ciudad
-las fachadas de azulejos, la Calle del Sol vacía
las ventanas trancadas en el silencio
cuando ella
parada
parece fluctuar.
folyt.
VálaszTörlésY que mejor se ve una ciudad
cuando -como Alcántara-
todos los habitantes se fueron
y nada resta de ellos (ni siquiera
un espejo del aparador en uno de aquellos
aposentos sin techo) -sino
entre las ruinas
la persistente certeza de que
en ese suelo
donde ahora crecen cardos
ellos efectivamente danzaron
(y casi se escuchan voces
y carcajadas
que se encienden y se apagan en los pliegues de la brisa)
Pero
si es espantoso pensar
como tanta cosa desapareció, tantos
guardarropas y camas y mucamas
tantas y tantas faldas, enaguas,
zapatos de los más variados modelos
arrastrados por el aire junto con las nubes,
a eso
responde la mañana
que
con sus muchas y azules velocidades
sigue adelante
alegre y sin memoria.
Lo que hablan en la cocina
o en el balcón de la casona
(en la Calle del Sol)
salía por las ventanas
se escuchaba en los bajos
en la casa vecina, en los fondos de la Mueblería
(y vaya uno a saber
qué de cosas se hablan en una ciudad
cuantas voces
resbalan por ese intrincado laberinto
las paredes y cuartos y zaguanes,
de baños, de patios, de huertas,
voces
entre muros y plantas, risas
que duran un segundo y se apagan)
Y son cosas vivas las palabras
y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó
tienen incluso su perfume, el gusto
de carne
que nunca se entrega realmente
ni siquiera en la cama
sino a sí misma
a su propio vértigo
o así
hablando
o riendo
en el ambiente familiar
tu puedes oir y ver
desde tu hueco
cómo esas voces golpean en las paredes del patio vacío
en la armazón del hierro donde se seca una parra
entre alambres
de tarde
en la pequeña ciudad latinoamericana.
Y hay en ellas
una iluminación mortal
que es de la boca
en cualquier tiempo
pero que allí
en nuestra casa entre muebles baratos
y ninguna dignidad especial
minaba la propia existencia.
Reíamos, es cierto,
en torno a la mesa de cumpleaños cubierta de pastillas
de menta envueltas en papeles de seda coloridos reíamos, sí,
pero
era como si ningún afecto valiera
como si no tuviese sentido reír
en una ciudad tan pequeña
El hombre está en la ciudad
como una cosa está en otra
y la ciudad está en el hombre
que está en otra ciudad
más variados son los modos
como una cosa
está en otra cosa:
el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad
como un árbol está
en cualquier otra
ni como un árbol
está en cualquiera de sus hojas
(incluso rodando lejos de él)
El hombre no está en la ciudad
como un árbol está en un libro
cuando un viento allí lo hojea
la ciudad está en el hombre
no de la misma manera
que un pájaro está en un árbol
no de la misma manera que un pájaro
(la imagen de él)
esta/ba en el agua
y ni de la misma manera
que el susto del pájaro
está en el pájaro que yo escribo
la ciudad está en el hombre
casi como el árbol vuela
en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra
de su propia manera
y de manera distinta
de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre
del mismo modo que en sus
bodegas plazas y calles
Buenos Aires, 1975, fragmento.
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