2012. április 30.

ferreira gullar





La ville est dans l’homme
presque comme l’arbre vole
dans l’oiseau qui le quitte



 


3 megjegyzés:

  1. kb.


    A város ott él az emberben
    ahogy a fa is a róla felröppenő
    madárban száll tovább

    VálaszTörlés
  2. na, megvan az eredeti is, ha valaki esetleg tud vele kezdeni valamit.


    Poema sucio

    No tiene la misma velocidad el domingo
    que el viernes con sus compras
    ajetreadas
    aumentando el tráfico y el consumo
    de jugo de caña helado,
    ni tiene
    la misma velocidad
    la azucena y la marea
    con su ejército de burbujas y ardientes carabelas
    penetrando sombrías en el río
    en otra lentitud que la del crepúsculo
    que, en lo alto,
    con su gran engranaje averiado
    molía la luz.
    Otra velocidad
    tiene Bizuza sentada en el piso del cuarto
    doblando las sábanas lavadas y
    planchadas,
    arreglándolas en el cajón de la
    cómoda, como
    si la vida fuese eterna.
    Y era
    en ese su universo de almuerzo y
    condimentos
    de hojas de laurel y de pimienta
    negra
    mastuerzo para la tos rebelde,
    universo
    de ollas y cansancios entre las paredes de la cocina
    dentro de un gastado vestido de
    percal,
    en fin,
    donde latía su pequeñito corazón.
    Y si no era
    eterna la vida, dentro y fuera del armario,
    lo cierto es que
    teniendo cada cosa su velocidad
    (la de la chancaca
    oscura, clara
    la del agua
    que se derrama)
    cada cosa se alejaba
    desigualmente
    de su posible eternidad.
    O
    si se quiere
    desigualmente
    la tejía
    en su propia carne oscura o clara
    en su transcurrir más profundo que el de la semana.
    Por eso no es cierto decir
    que es en domingo cuando mejor se ve
    la ciudad
    -las fachadas de azulejos, la Calle del Sol vacía
    las ventanas trancadas en el silencio
    cuando ella
    parada
    parece fluctuar.

    VálaszTörlés
  3. folyt.




    Y que mejor se ve una ciudad
    cuando -como Alcántara-
    todos los habitantes se fueron
    y nada resta de ellos (ni siquiera
    un espejo del aparador en uno de aquellos
    aposentos sin techo) -sino
    entre las ruinas
    la persistente certeza de que
    en ese suelo
    donde ahora crecen cardos
    ellos efectivamente danzaron
    (y casi se escuchan voces
    y carcajadas
    que se encienden y se apagan en los pliegues de la brisa)
    Pero
    si es espantoso pensar
    como tanta cosa desapareció, tantos
    guardarropas y camas y mucamas
    tantas y tantas faldas, enaguas,
    zapatos de los más variados modelos
    arrastrados por el aire junto con las nubes,
    a eso
    responde la mañana
    que
    con sus muchas y azules velocidades
    sigue adelante
    alegre y sin memoria.
    Lo que hablan en la cocina
    o en el balcón de la casona
    (en la Calle del Sol)
    salía por las ventanas
    se escuchaba en los bajos
    en la casa vecina, en los fondos de la Mueblería
    (y vaya uno a saber
    qué de cosas se hablan en una ciudad
    cuantas voces
    resbalan por ese intrincado laberinto
    las paredes y cuartos y zaguanes,
    de baños, de patios, de huertas,
    voces
    entre muros y plantas, risas
    que duran un segundo y se apagan)

    Y son cosas vivas las palabras
    y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó
    tienen incluso su perfume, el gusto
    de carne
    que nunca se entrega realmente
    ni siquiera en la cama
    sino a sí misma
    a su propio vértigo
    o así
    hablando
    o riendo
    en el ambiente familiar
    tu puedes oir y ver
    desde tu hueco
    cómo esas voces golpean en las paredes del patio vacío
    en la armazón del hierro donde se seca una parra
    entre alambres
    de tarde
    en la pequeña ciudad latinoamericana.
    Y hay en ellas
    una iluminación mortal
    que es de la boca
    en cualquier tiempo
    pero que allí
    en nuestra casa entre muebles baratos
    y ninguna dignidad especial
    minaba la propia existencia.

    Reíamos, es cierto,
    en torno a la mesa de cumpleaños cubierta de pastillas
    de menta envueltas en papeles de seda coloridos reíamos, sí,
    pero
    era como si ningún afecto valiera
    como si no tuviese sentido reír
    en una ciudad tan pequeña

    El hombre está en la ciudad
    como una cosa está en otra
    y la ciudad está en el hombre
    que está en otra ciudad

    más variados son los modos
    como una cosa
    está en otra cosa:
    el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad
    como un árbol está
    en cualquier otra
    ni como un árbol
    está en cualquiera de sus hojas
    (incluso rodando lejos de él)
    El hombre no está en la ciudad
    como un árbol está en un libro
    cuando un viento allí lo hojea

    la ciudad está en el hombre
    no de la misma manera
    que un pájaro está en un árbol
    no de la misma manera que un pájaro
    (la imagen de él)
    esta/ba en el agua
    y ni de la misma manera
    que el susto del pájaro
    está en el pájaro que yo escribo

    la ciudad está en el hombre
    casi como el árbol vuela
    en el pájaro que lo deja

    cada cosa está en otra
    de su propia manera
    y de manera distinta
    de como está en sí misma

    la ciudad no está en el hombre
    del mismo modo que en sus
    bodegas plazas y calles
    Buenos Aires, 1975, fragmento.




    .

    VálaszTörlés